Le contaré un breve resumen de este grandioso viaje hasta la fecha.
Llegué a Maiquetía sin novedad donde me rapidamente me dieron el boarding pass y estaba a punto de abordar cuando... epa, yo no soy Luis Díaz. Me regreso al mostrador para arreglar el error y dos segundos luego me arrepiento cuando el muchacho me dice que Rodrigo Díaz no aparece en la lista del vuelo. Optimistamente insisto. Me encuentra pero.... para el día siguiente. Reviso el boleto para avergonzadamente (más no sorprendido) me doy cuenta de mi despiste. El problema se soluciona, el vuelo va vacío y puedo viajar ese mismo día (durmiendo una noche en México a mis expensas). Después de 5 horas de vuelo bordeando Centroamérica estamos llegando a México, el Popocatepetl me recibe con sus cumbres bañadas de nieve.
Me sorprendió la organización agrícola y urbana, lo seco del paisaje y la diversidad escenarios, además del enorme territorio que se apreciaba. En el aeropuerto contacté al Hotel mas informal que pude conseguir y pagué dolorosamente 70 $ por la noche (me enteré ayer que JICA me lo pagará ujuuu). Como buen venezolano me hice amigo de la gente y ya pronto estaba informado de las atracciones turísticas de ciudad de México. Almorcé un plato llamado Arrechones (o algo así) con una chica que me acompañó en el taxi hacía el hotel, quedamos para salir a conocer la ciudad pero por cuestiones de tiempo me fui solo, en camionetica, al centro histórico de la ciudad.
Me gustó ver a la gente de la calle, tranquila, algo extrañados de mi apariencia de turista recién llegado. Pumm, México me sorprendió, la España de Latinoamérica, picante, cultural, amable y diversa, culta y enorme. Después de un largo caminar, atravesando el Zócalo, boulevares tradicionales y visitando museos, llegué a Bellas Artes, un gran palacio-museo. En los jardines cercanos una chica me detuvo para pedirme que le tomara una fotografía, se llama Esme e hicimos am925istad en el acto. Me llevó a conocer el monumento a la Independencia, una mezcla de azteca, español e hipermodernismo que sirve de mirador y atracción para locales y visitantes. La España de América, picante y alegre. Esme me llevó a la famosa casa de los azulejos, una antigua casa de la nobleza con muchas historias relacionadas que tuve el gusto de escuchar, historias de hijos millonarios fiesteros y de nobles pomposos y orgullosos, cuya vanidad les cortaba los caminos. En la casa azulada comimos tacos y guacamole, tequila y picante. Todo picaba, las risas y los temas de dos desconocidos entusiastas de la vida llenaban de alegría el lugar. La mesa redonda en lo que fue un salón de fiestas de la nobleza, la ventana alta y de madera, con un pequeño balcón donde se veía el clásico bulevar que llamaba a imaginar las historias que por allí caminaron. Nos despedimos a la 1 am, lamentablemente perdí el contacto con ella, solo una amiga del camino cuyo recuerdo agradeceré por siempre.
Me sorprendió la organización agrícola y urbana, lo seco del paisaje y la diversidad escenarios, además del enorme territorio que se apreciaba. En el aeropuerto contacté al Hotel mas informal que pude conseguir y pagué dolorosamente 70 $ por la noche (me enteré ayer que JICA me lo pagará ujuuu). Como buen venezolano me hice amigo de la gente y ya pronto estaba informado de las atracciones turísticas de ciudad de México. Almorcé un plato llamado Arrechones (o algo así) con una chica que me acompañó en el taxi hacía el hotel, quedamos para salir a conocer la ciudad pero por cuestiones de tiempo me fui solo, en camionetica, al centro histórico de la ciudad.
Me gustó ver a la gente de la calle, tranquila, algo extrañados de mi apariencia de turista recién llegado. Pumm, México me sorprendió, la España de Latinoamérica, picante, cultural, amable y diversa, culta y enorme. Después de un largo caminar, atravesando el Zócalo, boulevares tradicionales y visitando museos, llegué a Bellas Artes, un gran palacio-museo. En los jardines cercanos una chica me detuvo para pedirme que le tomara una fotografía, se llama Esme e hicimos am925istad en el acto. Me llevó a conocer el monumento a la Independencia, una mezcla de azteca, español e hipermodernismo que sirve de mirador y atracción para locales y visitantes. La España de América, picante y alegre. Esme me llevó a la famosa casa de los azulejos, una antigua casa de la nobleza con muchas historias relacionadas que tuve el gusto de escuchar, historias de hijos millonarios fiesteros y de nobles pomposos y orgullosos, cuya vanidad les cortaba los caminos. En la casa azulada comimos tacos y guacamole, tequila y picante. Todo picaba, las risas y los temas de dos desconocidos entusiastas de la vida llenaban de alegría el lugar. La mesa redonda en lo que fue un salón de fiestas de la nobleza, la ventana alta y de madera, con un pequeño balcón donde se veía el clásico bulevar que llamaba a imaginar las historias que por allí caminaron. Nos despedimos a la 1 am, lamentablemente perdí el contacto con ella, solo una amiga del camino cuyo recuerdo agradeceré por siempre.
El día siguiente me levanté a las 5 am y salí eufórico como a las 8 con mi otra amiga vía LAS PIRAMIDES DE TEOCUAHCAN (o algo así). El taxi nos guió primero por la famosa Basilica de la virgen de Guadalupe, donde Juan Diego tuvo sus alucinógenas apariciones revelaron el manto sagrado que allí se homenajea. Después de un par de horas de viaje llegamos a las anheladas pirámides aztecas. El templo del sol, de la luna y unos cuantos mas, un gran altar religioso en medio de ellas. Las sensaciones y experiencias en ese sitio cuesta describirlas, cal y sangre, tributo y muerte, sagrado e invasor, AZTECA!! Allí aprendí sobre el Agave y el tequila, sobre la oxidiana y mezcal. Medité sobre el mas solitario de los templos. Luego.... a comer. Probé los deliciosos gusanos del agave, con propiedades afrodisíacas comparables con la famosa sopa de picua. Comimos carne sobre roca volcánica y tortillas de maíz azul. Tomé mezcal con limón y sal bajo el ritmo de una danza tradicional, sentí México.
El viaje hacia Japón comenzó ese mismo día, sudado y cansado llegué al aeropuerto donde partí hacia el lejano oriente. 3 horas de vuelo hasta Tijuana, hora y media de espera para cargar gasolina, 12 horas de vuelo hasta Tokio, 4 horas de espera para la conexión a Fukuoka y, tan solo en dos horitas mas, ya estaba en mi destino (para luego rodar como 40 minutos en el autobus). En fin, llegamos al hotel (las instalaciones de JICA están en remodelación) donde me dieron la habitación 925, 925 cm3 es lo que mide creo yo, no se puede abrir la maleta si quiera jejeje. El centro JICA es espectacular, moderno y muy amplio. Somos 9 hombres y una mujer en el curso, cada uno un personaje único e interesante. Nos dieron la bienvenida y la introducción, en un par de horas comienza la primera clase. Fukuoka es tranquila e inocente, demasiado tranquila para el mexicano y para mi que parecemos dos celebridades conquistando sumisas japonesas que no conocen de malicia latinoamericana, por supuesto no tuvimos éxito pero nos divertimos un mundo. El egipcio habló matrimonios múltiples y de la prohibición del noviazgo y el sexo prenupcial en Egipto, del Corán y su interpretación, del té y el café. Los de Sri Lanka, filipinas e indonesia llaman mi atención por su para mí exótica personalidad.
Las expectativas son altas, el plan de acción debe irse trabajando inminentemente, Mercurio y metales pesados será mi foco de trabajo. El aprendizaje y el compromiso por ser parte activa de la solución de los problemas nacionales nunca habían sido tan emocionantes.
Las expectativas son altas, el plan de acción debe irse trabajando inminentemente, Mercurio y metales pesados será mi foco de trabajo. El aprendizaje y el compromiso por ser parte activa de la solución de los problemas nacionales nunca habían sido tan emocionantes.